La Industria del Conflicto Congelado

Movimiento saharauis por la paz es

La coreografía es perfecta. Francisco Carrión (El Independiente) e Ignacio Cembrero (El Confidencial) no solo piensan igual; hasta publican igual. La misma foto, el mismo titular venenoso: «El MSP, pantalla de los servicios secretos marroquíes». Un trabajo coordinado que ellos venden por separado como exclusiva. Su objetivo no es informar, sino aniquilar políticamente la única falta imperdonable en el problema saharaui, la pieza que no encaja en su puzzle: el surgimiento de una voz que propone una salida pacífica y honorable.

El crimen del Movimiento Saharaui por la Paz (MSP) es atreverse a decir lo que todos saben pero nadie en estos círculos se atreve a admitir: esta guerra es imposible de ganar. Lo ha proclamado desde la tribuna de la ONU: «una paz imperfecta es mucho mejor que una guerra justa». Su pecado es priorizar el fin del sufrimiento en los campamentos de refugiados sobre el mantenimiento de un estatus quo narrativo rentable. Porque el MSP no amenaza a Marruecos; amenaza el monopolio de la víctima que cierta industria de la solidaridad y el comentario político “anti moro” ha explotado durante décadas.

Y aquí llega el segundo acto del esperpento. Los mismos que claman contra el MSP fulminan la política exterior del gobierno socialista de Pedro Sánchez por normalizar relaciones con Marruecos. La ironía es tan densa que corta el aliento: la derecha «patriótica» acusa a Pedro Sánchez de traición por hacer lo que su propia doctrina de Estado habría defendido desde el poder. Pero es que ya no se trata de política exterior; se trata de guerra doméstica. El Sáhara es solo el campo de batalla prestado para disparar contra el gobierno socialista.

La coherencia es daño colateral. Porque al fondo de este doble ataque late una verdad incómoda: a estos guardianes del relato les aterroriza la paz. Les horroriza que los saharauis puedan elegir algo que no sea la guerra perpetua contra «los moros». Necesitan el conflicto congelado, la foto del niño desvalido, del refugiado pobre que clama la caridad. Necesitan víctimas eternas, no ciudadanos con futuro. Un Sáhara en paz, dialogando y construyendo, sería su derrota definitiva: los dejaría sin enemigo, sin causa célebre y, lo más grave, sin argumento para su discurso anti marroquí y sus campañas de recogida de ayudas y subvenciones a los “pobres refugiados”.

Su lucha no es por la libertad del pueblo saharaui. Es por la perpetuación de su cautiverio narrativo. Son la industria del conflicto congelado, y el MSP es el hereje que quiere descongelarlo.

Si el CNI es un servicio de inteligencia cuya función legal es «facilitar a la presidencia del Gobierno la información necesaria para proteger los intereses nacionales, siendo el Presidente su principal destinatario institucional, no se plantean los autores del fake news que, de ser cierto un informe o tan grave, lo primero que haría el CNI es comunicárselo al Presidente. Aún más, que si la famosa foto fuera tan contraproducente y misteriosa como la del yate gallego, el Gobierno, que marca las prioridades del servicio, habría tenido la capacidad de actuar en consecuencia. Su relato, por tanto, no solo es venenoso, sino estructuralmente incoherente.


Movimiento saharauis por la paz es

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