Cembrero y el MSP: la incoherencia al servicio de una obsesión

Movimiento saharauis por la paz es

La trayectoria reciente de Ignacio Cembrero, hoy colaborador de El Confidencial y El Español, exhibe una elasticidad intelectual más propia del espectáculo que del análisis serio. En un primer acto, arremete contra el Polisario amplificando con entusiasmo un informe europeo sobre corrupción. En el siguiente, ejecuta un giro dialéctico sorprendente para denunciar que el presidente Sánchez, por aparecer en una foto con el Primer Secretario del MSP, estaría “socavando la representatividad” del Frente Polisario. Alega que el MSP es definido por el CNI como “pantalla” de los servicios secretos marroquíes y omite que el CNI es un organismo que depende de Presidencia del Gobierno. Si hubiera algúna información que haría contraproducente la foto el primero que lo sabría sería el mismo Pedro Sánchez.

Las piruetas e insinuaciones tóxicas de Cembrero no son casuales. Al atacar al Movimiento Saharaui por la Paz (MSP) —cuya razón de ser es romper con el modelo de partido único y apostar por la democracia y el pluralismo—Cembrero termina abrazando, en la práctica, la lógica de los sistemas unipartidistas que dice combatir. Resulta llamativo que medios de línea conservadora como El Confidencial o El Español acojan un discurso que, en esencia, avala estructuras políticas de tipo totalitario.

La incoherencia sería menos excesiva si no estuviera tan claramente motivada. Lo que realmente le incomoda es que surjan voces desde dentro del propio universo polisario para pedir paz y una solución honorable. Interpreta ese gesto no como una aspiración legítima, sino como una “capitulación” ante Marruecos y una traición a la causa del enfrentamiento perpetuo. De ahí que su animadversión hacia el MSP raye en lo obsesivo: los reduce a “diez o doce personas”, descalifica su web por “pobre” y convierte esos detalles en munición para su cruzada personal. Cambia de criterio según a quién quiera golpear: quema hoy lo que ayer le servía de leña si con ello logra perjudicar al Reino Alauita.

Su método sigue un patrón reconocible de mal periodismo: insinuaciones envenenadas y medias verdades. Insinúa que “alguien habrá financiado” las conferencias del MSP, en las que “participaron más de doscientas personas con los gestos pagados”. Le da igual que existan datos claros sobre la solidaridad de ONGs canarias, el apoyo de empresarios, el esfuerzo militante, los largos desplazamientos en caravana hasta Dakar o la proximidad logística de Las Palmas. Pero para él recabar esta información es irrelevante: parte de una conclusión preestablecida y construye el relato que necesita. Así, denuncia la corrupción del Polisario para, acto seguido, presentarse como defensor de su “pureza representativa” cuando encaja en su narrativa del momento.

El resultado es una mezcla tóxica: inestable, rencorosa —alimentada en parte por sus frecuentes visitas a los tribunales españoles a instancias de Marruecos— y dispuesta a enturbiar cualquier debate con tal de mantener viva su fijación. Cembrero no esclarece: oscurece. No analiza: altera. Un espectáculo triste que muestra cómo la obsesión con un país puede degradar el oficio de un periodista hasta convertirlo en un agitador de contradicciones. Por eso no sorprende su nomadismo por tantas redacciones.

Comité MSP para los medios de comunicación.
Madrid, 9 de diciembre de 2025


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